En tiempos de soledad, acurrucarse en la cama era un despiadado consuelo, pero mientras se apagaban los sentidos y el entorno ennegrecía, todo parecía estar bien. Una noche, sin embargo, el instante mencionado se tornó pesadillezco. Como si la cama fuese arena de playa, las sábanas con que me cobijaba se tornaron en un impetuoso mar que esparcía sus aguas una y otra vez sobre mi cuerpo, retirándose y volviendo siempre. Como un remolino, intentaba llevarme consigo hasta las profundidades del océano, con las algas atándome las extremidades. Intentaba safarme de ellas, pero la fuerza de aquellas olas era demasiado potente. Las aguas me susurraban al oído con voces angustiantes y desconocidas...hasta que de ellas vi surgir más de un centenar de manos, todas intentando aferrarse de mí y llevarme consigo. Y no eran más que manos, no era más que una muchedumbre que con codicia vociferaba la soledad que me acompañaba. La mañana siguiente, al despertar, me descubrí en medio de la soledad. Hubiese deseado ir con ellas al fondo del mar...para no estar tan sola.
2 comments:
"Hubiese deseado ir con ellas al fondo del mar...para no estar tan sola."
Me recuerda a un video de Sigur Rós ésa última frase. Más ahondamiento en ello no haré por razones de espacio, tiempo y tedio obvias. Me gustó tu ensoñador texto.
A mí me gustaría saberlo!
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